CON JUAN BENET: EL HOMBRE. Mementos (2)

  CON JUAN BENET, EL HOMBRE                            

Decían que tenía un carácter ciertamente burlón e irascible. Que, según el día, en su trato con los demás mostraba un talante en extremo sarcástico. Y que mantenía las distancias cuando algo, y sobre todo alguien, no le interesaba demasiado. Le conocí en los primeros 80 en su domicilio madrileño de la calle Pisuerga (Colonia del Viso). Amable y especialmente cortés en el trato nos recibió en un salón repleto de libros y objetos curiosos. Nos mostró  pinturas y dibujos de su autoría («expuse un par de veces pero no vendí nada»). Hablamos de sus años en Asturias donde ejerció su profesión. También de poesía. Admiraba a los poetas y amaba a Faulkner y a James Fracer sobre todas las cosas. Padre de 4 hijos, el segundo, Nicolás, había nacido en Oviedo: «el asturiano es el más loco de todos mis hijos». Concertamos otra cita en Asturias para su intervención en un acto literario. Nunca había estado como escritor en Asturias antes, ni creo que tampoco después. Recuerdo la extrañeza del profesor y escritor ovetense Fancisco García Pérez:  -seguidor y dilecto amigo del mismo- «¿cómo has conseguido traerle?». El primer volumen de Herrumbosas lanzas, distinguido más tarde con el premio de la Crítica, era la novedad narrativa del momento. Como ya habrán adivinado nos referimos al ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, no obstante escritor, Juan Benet Goitia (1927-1993). Mes y medio más tarde nos volvimos a ver en la cafetería del Hotel Reconquista de  Oviedo para, acto seguido, trasladarnos a Avilés. Lo peor ocurrió cuando faltaban 12  km. para llegar a nuestro destino. Repentinamente el coche comenzó a quejarse y a perder velocidad.  Benet  nos hizo conservar la calma y se hizo dueño de la situación. Atemperó el nerviosismo propio y gracias a sus instrucciones logramos llegar sanos y salvos. Eso sí, a 20 km. por hora. Impecable en todos sus actos y en su comportamiento. Sencillo y afable como pocos, Qué lejos aquel retrato de persona inaccesible e intratable. El caso es que Benet dejó un grato recuerdo a su paso por Asturias. Si como dice su discípulo y amigo, el escritor Javier Marías, su obra le parece «la más importante y singular de la segunda mitad del siglo XX en España», quisiéramos añadir por nuestra parte que Benet como  persona nos fascinó. Acaso su trato no era el mismo siempre y dependía del momento o de las personas, no lo sé. Tal vez no fue demasiadas veces excesivamente «simpático» con los demás. Pero quizá tampoco se lo merecían y tuvo el valor de no disimularlo. 

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