CENTENARIO PARA RECORDAR (Mementos,15) CENTENARIO Y ELOGIO

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Hoy he puesto mi mano, como otros días,/ como otras noches, como otras madrugadas/ en el papel/ y mis manos temblaban.

Todo poeta, todo artista, debe empezar cada día como si no supiera nada, como si todo fuera posible dentro de cualquiera de sus seguridades.

                                               (J. G. N.)      

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             Algo para recordar. De los poetas de su tiempo nadie más generoso en el ser y en el estar. Nadie más sencillo en el saber. Nadie más generador de espacios para la creación poética, mientras estuvo al frente de las más prestigiosas e influyentes publicaciones literarias. Abrió las puertas, y dio cabida en ellas, a creadores de diferentes tendencias poéticas e ideologías distintas, Pero él sabía muy bien -lo supo siempre- donde encontrar la verdad de la  poesía en los demás – : «siendo yo del todo desconocido, me publicó varios poemas y entre ellos, señaladamente, en 1963, uno de los que luego serían de los más conocidos de mi libro Arde el mar». Son palabras del también académico y poeta, Pere Ginferrer. A su fallecimiento, así lo reconocieron -tarde, demasiado tarde- los críticos y poetas de distintas generaciones. Y así lo reconocen ahora algunos de aquellos que le silenciaron y que ahora, sin ningún rubor, se deshacen en elogios sumándose a los diversos actos y conmemoraciones que, con motivo del centenario de su nacimiento, se celebran durante el presente año: «¿No oís cuánto he callado? (…)  ¿Qué me decís ahora los que creíais que sólo me han movido a cantar los lirios del campo, la rosa de papel y la novia?»  

                 Fuimos algunas veces testigos de su sabio entender la poesía  y de su profundo respeto a la esencia más íntima del idioma: » envolved en pañales cada letra/ antes de darla/ al mundo, y bendecidla/ por recién estrenada. (…) Decid conmigo hermano y hombre y pétalo,/ y decid luz y plegaria. Decid conmigo lengua, salvación de los miedos;/ decid conmigo lengua para que suene patria «. (1) Y sabemos de la atención que siempre prestó a los poetas. Especialmente a los más jóvenes. Cuentan, que era frecuente verles entrar y salir del despacho que ocupara durante veinte años en el Archivo de la Villa del Ayuntamiento de Madrid: «Soy el poeta español que más poesía joven e inédita ha leído». Le tildaron de poeta amoroso. Bien, ¿y qué?. Sólo en Pedro Salinas y Delmira Agustini hemos encontrado percepción y dedicación igual:  «…hágase lentamente la luz, nazcan los ríos,/ lloran para aumentarlos del amor los ojos míos». Le invitamos en distintas ocasiones a participar en sucesivos eventos en nuestra ciudad. Nunca se negó. Asimismo contamos con su valiosa colaboración en el suplemento cultural «Jueves Literarios». No podemos obviar igualmente -en testimonio más personal- la deferencia que tuvo al invitarnos (primavera de 1983) a estar presentes en la Academia Española con motivo de su ingreso en la real casa.

                  De José Garcia Nieto dejamos en el tintero acaso lo más esencial. Algo que tiene mucho que ver con su faceta humana en el decir y en el escuchar. Poeta, en fin, que como muchas veces confesara, nunca escribió de nada que «le fuese ajeno en el sentir». Que no fuese verdad. Atrás quedan «Juventud Creadora»; «Garcilaso»; «Poesía Española»; «Mundo Hispánico»; «Nuevo elogio de la Lengua Española»; Premio «Cervantes», 1996… Y cómo no, el Adonais por medio y el poemario Dama de soledad; la perdurable y fraternal amistad con su compadre Cela; la mítica  tertulia del «Café Gijón» y, por supuesto, la cesión que le hizo Juan Ramón del poema Espacio, para que éste fuese publicado -año 1953- en «Poesía Española». Centenario para recordar. Para recordarle con justeza. Desde la existencia misma de la poesía a la que, sin duda alguna, dedicó toda su vida.  

1) Fragmento del discurso de ingreso en la Real Academia Española.

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