UN PARAÍSO LLAMADO UTOPÍA (Días de diarios)

 

utopia635Galeano«No merece ni siquiera una mirada un mapamundi en el que no se encuentra el país Utopía». (Oscar Wilde)                            

«Constructores de inútiles utopías ¡gracias por mover el mundo!». (Frase recogida de una valla publicitaria)  

NOTA INTRODUCTORIA              

La Utopía se fundó con la intención de probar y practicar la justicia social en libertad. La idea era- ay,- que la propiedad estuviese basada en el trabajo y no fuese monopolio del capitalismo. Cuentan que su creador fue un tal Josiah Warren que era seguido por grupos de comunas establecidas en América. Comunas, muchas de ellas denominadas anarcoindividualistas, que tuvieron sus  primeros contactos en el condado de Clermont de Ohio (Estados Unidos). En un principio la utopía era entendida como «eutopía» (eu equivalente a bueno) e intentaba, en los lindes de la ficción, cambiar el flujo de la Historia y de sus injustas y azarosas consecuencias para el ser humano. Llegados a este punto sería conveniente distinguir entre utopía como género político y literario y lo que podemos llamar pensamiento imaginario, absolutamente imprescindible para la evolución personal e ideario de vida.

AÚN NO

                    Confesamos, desde hace años, nuestra admiración por el filósofo Ernst Bloch. Tanto es así que -dada nuestra condición de perseguir hasta el  extremo el librepensamiento- concebimos la utopía como guía espiritual e ideario de un posible, y muy personal, futuro. Todo había comenzado con Platón y su República, obra que presentaba la descripción de una sociedad idealizada, feliz. Continuamos con Tomas Moro y su obra Utopía en la que describe una sociedad de la que han sido abolidas las clases, la propiedad privada y el poder del dinero. En realidad fue Moro quien en el siglo XVI puso nombre y voz a la pulsación identitaria del hombre en crisis y a su capacidad de imaginar otros posibles mundos a su alcance. También leímos a Campanella en La ciudad del sol, y a Bacon en La nueva Atlántida. Igualmente lo hicimos con Wells, Huxley, Orwell y otros. Eran tiempos en los que nos consideramos capaces de impulsar un trueque de valores morales y éticos por el «valor» (sin ética ni valores) del dinero. Recuerdo un artículo de opinión que entonces titulamos «La utopía como alternativa de futuro», y en el cual nos hicimos eco de un mapa idealizado para utópicos. Y, por último, no podemos dejar de referirnos a la revista «Anthropos»que nos hizo conocer al filósofo alemán  Ernst Bloch. Dicha publicación dedicó en los primeros noventa dos números a estudiar en profundidad la dimensión del  pensamiento utópico. A partir de este conocimiento y posterior lectura, consideramos ponernos de su parte y no alienarnos en nada que tuviese que ver con las manifestaciones artísticas y literarias al uso. Y es que, leer a Platón, Moro,  Campanella y, sobre todo a Bloch, supuso un descubrimiento insólito capaz de trasladarnos lejos de la realidad existente, sobre todo en épocas de confusión. Fue cuando hicimos de la filosofía del «aún no» nuestra isla preferida y de la nostalgia imaginaria un paraíso a nuestra medida.  

SILENCIOS NO ESCRITOS 

                     Siguiendo con la utopía como perspectiva ilusoria de vida, recogemos de la prensa norteamericana la puesta en marcha de un ambicioso programa televisivo. Se trata de un «reality» con el que, durante un año, un esforzado grupo de «pioneros» intentarán construir un mundo nuevo. Una sociedad nueva partiendo desde cero. El programa se llama -no podía ser de otro modo- «Utopia» y se puede ver en directo a través de internet. Más de un centenar de cámaras siguen a los colonos en sus quehaceres y es emitido en horario de máxima audiencia: martes y viernes por la cadena Fox. Entre los seleccionados inicialmente hay expertos en construcción, cocina, caza, agricultura, medicina alternativa, leyes, psicología, danza, etc. A lo que parece, el propósito consiste en organizar una convivencia que muestre al mundo y a los espectadores una mejor forma de hacer las cosas en relación con los demás. Hasta aquí la noticia y el espíritu vigente de que la utopía seguirá siendo un referente universal para el buen fin de las relaciones humanas. No obstante, el escritor Claudio Magris recogía en su libro Utopía y desencanto lo siguiente: «lo malo de las utopías es cuando se realizan». Aún así abogamos  por la permanencia de la «Utopía» y esa su facultad de imaginar mundos posibles más allá de un presente Inmediato. Más allá de otras vidas  por vivir y más acá de otra filarmonía de silencios -los nuestros- por escribir.

Me llamaron los antiguos,/ por insólita Utopía./ Competidora de aquella ciudad que Platón pensara/y vencedora quizá./ en lo que ella esbozara. ( Sexteto de Anemolio) 

No siendo ínsula, ínsula me hizo/ Utopus, el que fuera mi caudillo./ Y de todas las tierras separada,/ inicié mi andadura sin doctrinas… (P.Gilles) 

 

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